Joker: Folie à Deux

La secuela de Joker termina siendo un cruel reflejo de la propia audiencia. La primera dejó la vara demasiado alta, mostrando un origen sólido del personaje, pero Todd Phillips decidió que en esta entrega no veríamos a un Joker consolidado, sino que seguiríamos viendo a Arthur Fleck en su caos interno.

Es curioso cómo la película contrasta esta idea constantemente. Cuando Arthur se vuelve el Joker, los personajes que lo rodean se emocionan, lo celebran, lo ven como un símbolo… al igual que el espectador. Pero cuando solo es Arthur, el tipo frágil y perdido, es ignorado, rechazado y abandonado. Ese es el punto de la película.

Lady Gaga como Harley Quinn es un elemento clave en este viaje. Su relación con Arthur es diferente a lo que se ha visto antes en otras adaptaciones, y su evolución es interesante. Sin embargo, cuando la ilusión de lo que representaban juntos se desmorona, ella también lo deja atrás, reafirmando el mensaje central del filme.

La película se atreve con el formato musical, lo que para muchos resultó extraño y hasta incómodo. Algunas canciones pueden parecer fuera de lugar o cortar el ritmo, pero dentro de la narrativa refuerzan la perspectiva distorsionada de Arthur sobre su realidad. No es una película de Joker en el sentido tradicional, sino una exploración de su mente.

A mí, como reflexión, me gustó bastante. No era para nada lo que esperaba, pero no me molestó. Sin embargo, no llega al nivel de su predecesora. La nota final: un 7.0.